capacidad e, incluso, jurisdicción (Lc. 23:7), disposición (Hch. 5:4) y hasta un símbolo de sumisión a una autoridad ajena (1 Co. 11:10). La Biblia, como Palabra de Dios, tiene una autoridad delegada por el mismo Dios. Pero también tiene una autoridad inherente, por el hecho de ser en sí misma como la «personificación» auténtica de la autorrevelación de Dios al hombre. Los teólogos liberales se niegan a conceder a la Biblia esta autoridad inherente, ontológica. K. Barth* sostiene que es una autoridad
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